Ya sé que no es jueves y que esta semana llego con demora a nuestra cita semanal, pero tengo un motivo (o excusa si lo queréis llamar así) más que justificado y han sido unas maravillosas vacaciones en la playa.

baile vacaciones playa

Baile de las vacaciones

No, no vengo a dar envidia ni nada parecido, supongo que a estas alturas del acabado verano (al menos según el calendario) todos hemos podido disfrutar de la desconexión que suponen unas vacaciones con independencia del destino.

No puedo evitar poneros el gif de mi baile de las vacaciones que ya recordaréis de las anteriores, jaja.

Personalmente me gusta más el turismo de ciudad. Perderme por alguna ciudad unos días y descubrirla para mí es uno de los placeres más gustosos de la vida.

 

Pero también me gusta la paz de la playa y la tranquilidad que me aporta el mar así que, para Lanzarote que me he ido una semanita.

Podría recrearme en contaros las maravillas de la isla, pero creo que de eso ya se han encargado antes que yo muchas otras personas así que no va a  ser ese mi cometido en esta entrada. Eso sí, si queréis visitar la isla y que os cuente mis impresiones, siempre podéis contactar conmigo con total confianza.

Me gusta mucho la playa, de hecho he vivido en varios lugares de nuestras costas, pero ir de vacaciones es otra cantinela y la verdad es que la playa y la diabetes para mí son un poco incompatibles.

paya y diabetes

Sé que os puede sonar raro, pero para mí es una de esas situaciones en las que como se tuerza algo un poco, la conjunción astral del día hará que se líe muy parda.

Si hay algo en la playa, además de arena por todos lados que tiene la capacidad de traspasar ropa y acabar en lugares que no debería, es el calor y sí mis amigos dulces, el calor es un enemigo muy poderoso y muy traicionero.

Para empezar, ¿qué haces con la insulina? Como ya sabemos la insulina no es muy tolerante al calor extremo y yo no sé vosotros, pero en la playa antes de las 19.00 horas hace mucho mucho calor.

playa insulina frio

Esta parte está más o menos solucionada con las bolsas de frío las cuales por cierto yo no tengo… De hecho he descubierto su existencia hace bien poco. Me parece que su precio es un poco alto (por lo menos las que he visto) para el uso que les daría. En frío sólo guardo la insulina de repuesto, no la que uso ya que la insulina fría me hace daño al inyectarla, sobre todo la lenta al ser mucha más cantidad.

Pero esta cabecita loca tampoco tiene ganas de arriesgarse a que se estropee la insulina así que yo me he creado mi cartera de frío casera. Como ya sabéis yo soy de tierra de vinos por lo que un día al ver en un restaurante una botella abrazada por una bolsa de gel congelado para mantener la temperatura, se me iluminó la bombilla. Así que me hice con una de estas y la llevo en una bolsa térmica y no veáis el resultado tan óptimo que se obtiene.

Eso sí, mi remedio casero conservador de insulina no sale del coche. O se queda en la guantera o en el maletero (partes que por mi experiencia mantienen mejor la temperatura en un coche al sol).  Para saber qué parte es más adecuada en caso de que no sea el coche habitual, yo hago la prueba de la botella del agua, si es bebible después de varias horas, se puede dejar. Si tienes dudas de que eso sea agua o té recién hecho, ni se me ocurre planteármelo.

¿Y qué pasa con el glucómetro? Pues aunque no es fácil mirarse el azúcar en la playa, procuro llevarlo salvo que mi memoria falle (me pasa más de lo que me gustaría…) También os digo que tengo mis dudas de si lo que veo es mi glucemia o la de la arena. ¿Cómo se puede pegar de esa manera a todo el cuerpo??????????

La playa en mi caso supone no parar, paseo para arriba y para abajo, chapuzón, toalla, otro chapuzón, más toalla, hacer snorkel, otro paseo y así unas horitas.

Evidentemente, suele haber hipoglucemias, además las muy puñeteras llegan más de repente que en seco. Cada vez que vuelvo a la toalla me miro el azúcar (el mío o el de la arena, sigo teniendo mis dudas) y todo parece normal hasta que de repente 5 minutos después sabes que algo no va bien y efectivamente, ahí está a hipoglucemia atacando como piraña al acecho. Por a lo tanto a la playa hay que llevarse también el picnic de emergencia.

A estas alturas en mi mochila ya no cabe ni la toalla, jajaja

Después de leer esta parrafada pensareis que cómo me puede gustar ir a la playa con lo molesto que es. Normal, yo también lo hago. La respuesta es sencilla,  porque me compensa.

Hace tiempo que dejé de dividir las cosas en “puedo o no puedo” o  “me gusta o no me gusta” o similar, ahora me planteo si algo me compensa y en este caso la respuesta es sí.

playa de famara

La paz mental que obtengo cuando estoy en una playa con poca gente mirando al infinito hace que conecte nuevamente conmigo misma y me llene de una energía que en ciertos momentos está demasiado baja. Vamos que me recarga las pilas tan a tope que el tener que prepararme un día de playa casi con más concentración que un examen es un precio pequeño para tan gran recompensa.

Ahora  desde el  salón de mi casa sonrío recordando lo a gusto he estado y pensando en todo lo que voy a tener que barrer para limpiar toda la arena que me he traído en la maleta.

Como siempre estáis invitados a dejar vuestros comentarios abajo tanto para alabarme el gusto como para ponerme a parir. Todos sois bien recibidos, salvo el spam.

Nos leemos entre pinchazos. Besos dulces

 


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