De como las opiniones te cambian la vida y viceversa
Esto del confinamiento ha sido algo muy duro, todos los sabemos. Personalmente, he sacado cosas buenas de él, sobre todo en cuanto a auto conocimiento y en la gestión de mi diabetes.
Ya os comenté que me dedico a jugar con ella, y hablo en presente, porque sigo con mi juego y no tengo intención de dejarlo mientras las circunstancias controladas me lo permitan, ya llegarán las que quedan fuera de mi control absoluto…
Además he practicado la telemedicina, sí, la semana pasada pasé consulta con mi educadora por teléfono y la verdad es que me gustó la experiencia, fue muy productiva, tener los datos ambas al momento gracias al freestyle lo hizo muy fácil.
Pero a pesar de todo, yo necesitaba ver a mi familia, no lo aguantaba más, así que en cuanto pasamos de fase en La Rioja, empecé mi romería familiar.
Tengo 5 sobris en Logroño y eso son muchas visitas, pero en especial tenía ganas de ver a la más pequeña. Lo último que hice con mi familia fue visitarla el día de su cuarto cumpleaños…
Hace ya un tiempo os comenté que delante de los niños, y en especial de mis sobrinos, nunca me ha gustado ni hacerme capilares ni pincharme.
Para mí es algo habitual e incluso normal, no me asustan las agujas y después de tanto tiempo, no concibo mi vida sin ellas, para mí son parte de mi vida, una parte muy importante, ya que sin ellas, no tendría muchas opciones de vivirla.
Pero desde fuera, sé que resulta agresivo visualmente, al final te estás haciendo heridas de forma continua y muchas veces impresiona. Esto no justifica, en ningún caso, que alguien se considere con derecho a decirme que me esconda para pincharme. Yo elijo dónde hacerlo y el mundo elije si mirarme a mí o apartar la vista. Es una simple cuestión de elecciones personales no invasivas.
El caso es que con el tiempo, voy viendo mi diabetes de forma muy diferente tanto hacia mi persona como hacia el resto. Esto ha sido algo de años, de muchos años. No hace tanto me metía en baños inmundos para hacerme un simple capilar, si hablamos de ponerme la insulina, aquello parecía una operación encubierta al más alto nivel de camuflaje.
Al ir creciendo mi sobrina pequeña, nos ha salido una niña muy curiosa y ya sabe que la tía Marta tiene “tiabetes” y por eso lleva un botoncito (aka freestyle) y con el móvil pequeñito (aka lector del freestyle) mira numeritos.
Los niños tienden a olvidar rápido las cosas que no tiene delante (hay mucho nuevo en el mundo para ellos) pero cuando nos volvimos a ver, ella no había olvidado, en absoluto.
Lo primero fue decirme: tía ¿llevas botoncito?
–Claro que sí cariño. A ver si lo encuentras.
Entonces llega la fase de empezar a desnudarme. Sabe que o está en los brazos o en el pecho (lo admito, yo también he probado esa zona y me encanta). Cuando lo encuentra me sonríe y va corriendo al bolso a buscar su móvil. Le quita la funda (por algún motivo no le gusta) y empieza lo que para ella es un juego.
Yo me muero de ternura con ella.
Esos ojitos azules mirándome y diciéndome: – no está rojo tía, todo bien– pueden conmigo.
También me pregunta por las agujitas (el capilar y la insulina). Ella sabe que no me hace daño aunque vea una gotita de sangre (con mucha paciencia por mi parte e interés por la suya lo hemos hablado) y sobre todo sabe que eso solo lo puede usar la tía Marta (lo de la curiosidad con ella puede ser peligroso). Lo que no le entra en la cabeza es que las agujitas no se pueden repetir cada vez que ella las quiera ver. Al rato de ponerme la insulina, suele venir a decirme: ¿lo hacemos otra vez?
A mí me mata de amor.
Pero es que el día del reencuentro, después de mirar lo que dice el botoncito me miró muy seria y me dijo: tía, no está rojo ahora, pero no te preocupes, que si se pone rojo yo te doy zumito blanco. Ven, que te lo enseño. Me llevó a la cocina, me abrió el frigorífico y me sacó una botella de acuarius.
Ni distancia social ni leñes, como no voy a darle un abrazo a ese bichito rubio que con 4 años entiende el concepto de hipoglucemia y sabe hasta tratarlas.
Yo a la niña no le he explicado lo del zumo en caso de hipoglucemia, pero hace unos meses, volvíamos con mi madre de la compra y yo me puse malísima. No llevábamos zumos, pero lo pudimos solucionar con unas gominolas. Además estábamos cerca de casa y aunque me costaba, conseguí llegar dignamente.
Al llegar seguía baja y me tomé un zumo.
Y se quedó con todo, en rojo y zumo, y sumó dos y dos, no hizo falta explicarle nada.
La verdad es que me alegro del cambio que he experimentado en mi relación con mi diabetes, que aunque sigue sin gustarme y sigo sin quererla ni aceptarla, al final asumo que es parte de mi vida. Y ver como la niña entiende que es así, sin más, sin caras raras, sin sustos, sin impresiones negativas, ayuda un montón a nivel mental porque al final es mi visión la que transformó durante años la diabetes en algo lleno de oscuridad. Y aunque sigo sin verla con luz, al menos las sombras se van disipando y soy más consecuente con el hecho de que está ahí y no hay razón para ocultarla. Para mí, un decisión acertada, sin duda.
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