Hace tiempo que llegué a una conclusión muy drástica: estoy marcada por la diabetes.

No sólo es que el tener diabetes marque mi estilo de vida y mi manera de hacer muchas veces las cosas (no es la primera vez que me quejo de que me ha quitado la posibilidad de improvisar sobre la marcha) es que físicamente también me veo marcada por ella.

La diabetes es una enfermedad que se lleva bajo la piel, pero hay circunstancias en las que se deja ver y de qué manera.

Cuando oigo la expresión de “tiene la piel muy fina” me da la risa porque, cuando es algo literal y no figurado como en mi caso, tener la piel fina marca y mucho.

Para que os hagáis una idea yo veo una esquina y solo con rozarme ya tengo un cardenal, no tengo ni necesidad de golpearme con ella

Os podéis imaginar que no es difícil adivinar en qué zona del cuerpo me estoy pinchando cada semana. Esa zona suele variar entre tonalidades que van del morado al verde en función de lo reciente que sea el nuevo cardenal.

Porque sí, a pesar de tener una amplia experiencia en pinchazos de insulina, me sigo haciendo cardenales, porque por mucho que conozca la técnica, por muchos pinchazos apenas perceptibles que me dé, siempre doy alguno que me marca y me deja un cardenal más que evidente.

De las yemas de los dedos que os puedo contar… Como ya comenté en una entrada anterior donde me hacía eco de mis manías (os dejo aquí el enlace por si no la habéis leído), solo soy capaz de hacerme capilares en la mano izquierda, no me apaño al revés por mucho que lo he intentado así que, después de 26 años con una media de 6 capilares diarios (hay días que más, días que menos) tengo claro que si algún día me dedico a la delincuencia, por las huellas dactilares de mi mano izquierda no me identifican ni de coña. Las tengo acojonadas debajo de millones de micro heridas.

Y que dejo para el freestyle, mientras lo llevo no lo noto mucho, salvo cuando me choco con los marcos de las puertas (cosa bastante habitual). Pero cuando me los quito… Ahí la historia cambia, entre el pegamento que sí o sí tengo que quitar con alcohol y la roncha roja que se me queda durante días, parece que me duren más de dos semanas.

¿Y cómo influyen todas estas marcas en mi vida? Pues generando preguntas y tocamientos innecesarios.

No toques, para qué tocas

Porque no sé a vosotros, pero yo me rodeo de gente que te ve un cardenal en el brazo, de esos que duelen a la mínima y en lugar de preguntar si te has dado un golpe, te clavan el dedo cotilla y te dicen ¿Te duele?

Aquí ya me pongo el traje diplomático y sutilmente respondo: pues hasta que no has tocado no, no me dolía. Paro ahora que tengo un dedo clavado, un poco sí.

Lo de los dedos parece que pasa más desapercibido, afortunadamente porque si alguien se fijara en como los tengo ya me veo la escena, cogiéndome la mano con todo el cariño, rozando mis dedos con dulzura, yo emocionada pensando que me van a poner un anillo, y lo que obtengo es un “¿Por qué tienes las huellas tan raras?” Nuevamente saco el traje diplomático y respondo: Para robar en tu casa sin dejar pruebas

El mayor problema lo tengo con el freestyle. No tengo muy claro qué lleva a la gente cuando me lo ve a preguntar mientras lo tocan. Aquí es que no puedo ni sacar el traje, me crispa muchísimo.

No me importa exponer mi diabetes llevándolo a la vista. No es ningún secreto que tengo diabetes, no lo oculto porque no veo necesidad en ello, más bien el contrario, cuanta más gente lo sepa, más seguridad me da estar con esas personas porque sé que si es necesario, saben cómo actuar. Pero de verdad, no hay necesidad de tocar. Ninguna.

Llevo varias semanas seguidas con él puesto y hace poco viví esta situación que os narro a continuación:

Persona: ¿Esto para qué sirve? ¿Para ponerte insulina? Dedo directo a mi brazo avanzando lentamente.

Yo: giro de cadera, esquivo la bala y respondo: No, es un botón de reset. Exploto si lo tocas.

Persona: cara de póker y dedo en modo retroceso.

Yo: veo que lo has pillado rápido.

Luego ya mantuvimos una conversación calmada sobre lo que era y sobre lo innecesario de tocar a la gente.

Hace tiempo que dejé de tomarme a mal todas estas cosas porque la curiosidad es normal, pero por favor, no toquéis, no hay necesidad, ya sé que tengo cardenales, que mis dedos tienen cicatrices de por vida y que llevo el botón de reset en el brazo, no es necesario provocarme dolor con ello.


Como siempre estáis invitados a dejar vuestros comentarios abajo tanto para alabarme el gusto como para ponerme a parir. Todos sois bien recibidos, salvo el spam.
Nos leemos entre pinchazos. Besos dulces


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