El verano y las camisetas que dejan el brazo al aire, hace que cuando llevo un Freestyle surja curiosidad en las personas que de alrededor.

Unas preguntan y otras no, así es la curiosidad.

osito de peluche abrazando un corazón

El caso es que estos días mi sobrina de 3 años ha descubierto lo que ella llama “el botoncito de la tía Malta” y la tenéis que ver con que ilusión me pide el “móvil pequeñito” o lo que es lo mismo, el lector, y se pasa el rato entretenida acercándolo al botoncito y viendo que sale un número. Los números aún no los distingue, pero me avisa de las hipoglucemias muy bien, lo de que salgo algo rojo no le cuadra.

Lo que más río con ella es cuando dice que tengo “tiabetes”, para comérsela sin contar hidratos

El caso es que me dio por pensar en cómo gestiono mi diabetes cuando hay niños, en especial mis sobrinos que son los que más de cerca me pillan.

Si os habéis pasado por el blog o por mis redes sociales, ya sabréis que no me supone un problema en mostrar mi diabetes. Me hago capilares en cualquier lugar, me pongo la insulina delante de quien haya y en cualquier sitio. Aún no tengo controlado cómo ponerme la insulina en el muslo cuando llevo pantalones, porque la diabetes no tengo problemas en mostrarla, pero el culo ya son palabras mayores.

Todos mis sobrinos, los 5, saben que “estoy malita”, así lo dicen ellos. Las más mayores saben que tengo diabetes y lo que es la diabetes, sobre todo porque ya la han estudiado y muy de vez en cuando, si coincidimos y toca hacerse capilar o ponerse la insulina, pues lo hago sin problema. Suelen preguntar, pero no dejan de ser niñas y lo que más me preguntan es si me duele y alguna vez me piden que les haga capilares. Que conste que no se las hago, soy muy torpe cambiando la lanceta y sin el pinchador les puedo hacer más daño que el necesario.

Esto es así ahora que son más mayores, pero me he dado cuenta de que cuando no llegaban a la decena, como ahora mis otros  3 sobrinos, nunca me ha gustado que me vieran en los momentos más diabéticos del día.

Ese típico día que algún de ellos estaba en modo pegatina y te seguía hasta el baño para mí era un suplicio, porque tenía que conseguir entrar en el baño sola.  Me asustaba la idea de que me vieran pinchándome.

Sé que es contradictorio, pero cuando hay niños pequeños cerca, y más si son los míos, tiendo a volverme muy reservada y a no hacer en público lo que normalmente hago porque al final lo único que estoy haciendo es vivir.

Supongo que si lo pienso no es más que un acto de protección, pero ¿a quién estoy protegiendo? ¿A ellos? ¿A mí?

Ahí es donde me quedo atascada porque no lo tengo nada claro.

5 niños felices

Evidentemente quiero que mis peques sean niños felices y haré todo lo que haga falta por ellos. Pero no me entiendo a mí misma cuando me voy sola al baño para que no me vean.

No siento vergüenza por ello, eso sí que lo tengo claro.

Ellos saben que tengo una enfermedad, por eso me cuidan cuando estamos comiendo y alguien me ofrece algo dulce. Es muy tierno ver como se enfadan y gritan: que mi tía no come de eso.

Supongo que el problema está en lo agresiva que resulta visualmente la diabetes. Primero un pinchazo, sangre, una aguja, otro pinchazo, a veces cardenales por un mal pinchazo…

No quiero que vean eso la verdad. Me parte el corazón pensar en sus caras si me vieran haciéndome daño porque al fin y al cabo, en ciertas edades, por mucho que les pueda explicar, lo que ven es que me estoy haciendo “pupa” y  no viviendo que es lo que yo veo desde mi perspectiva.

Y yo entiendo y asumo que esas heridas que ven, me dan vida para poder disfrutarla con ellos, pero aún no sé si están preparados para ver esa diferencia.

No sé si mi opción es buena, mala, regular o qué se yo. El caso es que mi instinto me impide enseñarles aún mis heridas, ya tendrán tiempo de entender que mi día a día es un poco diferente y entender el por qué.

De momento, les dejamos jugar con el botoncito y que vean la «tiabetes» como eso, un juego, tiempo tendrán de ver el reverso de la moneda.


Como siempre estáis invitados a dejar vuestros comentarios abajo tanto para alabarme el gusto como para ponerme a parir. Todos sois bien recibidos, salvo el spam. 
Nos leemos entre pinchazos. Besos dulces


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