Queridos camareros del gremio:
Lo primero de todo pediros disculpas porque sé que puedo resultar verdaderamente toca pelotas cuando os toca atenderme.
No es mi intención molestar, de verdad os lo digo, pero entended que ante la duda y la opción de la locura, prefiero que seáis vosotros los que os volváis locos a que lo sea mi azúcar. Lo vuestro tiene más fácil remedio.
Aunque pueda parecer un capricho el que os pregunte 17 veces si de verdad es un refresco sin azúcar, para mí es una necesidad vital. Entiendo que es más fácil sacarlo ya servido en el vaso, pero si viera la botella no sería tan pesada. Ahí os lo dejo como sugerencia.
No os puedo obligar, ni lo pretendo, vosotros sabéis hacer vuestro trabajo, pero yo también tengo un trabajo, de por vida, que consiste en ser un páncreas 24 horas al día y si no lo veo claro, prefiero molestar que llevarme un susto después.
Espero que no me guardéis rencor, yo no os lo guardo a vosotros y eso que motivos no me faltan…
No me gusta cuando de boca de alguno he oído que no me preocupe tanto por lo de si es sin azúcar, que no estoy gorda.
En ese punto mi ira estalla y ya me da igual si es con azúcar o sin él, me pongo en modo batalla de las Termópilas porque si algo tengo claro es que ya no me callo ante un insulto así a mi inteligencia.
Si en algún momento habéis pensado que mi insistencia en saber ciertos ingredientes es una salsa es averiguar la receta y hacerme de oro a base de copiaros, lamento comunicaros que nada más lejos de mis nobles intenciones.
Mi plan de jubilación adelantado no se basa en la cocina, tengo más esperanzas en la lotería, veo más probabilidad de éxito.
Me pongo en vuestros zapatos y entiendo que estáis trabajando. Que acaba de llegar un grupo de 15 personas con un menú cerrado y que la carga de trabajo va a ser importante. Pero ¿de verdad pensáis que a mí me gusta ver las caras que me ponéis? ¿O tener ciertas respuestas a dudas que para mí marcan una gran diferencia?
No te pido que me quites la cebolla caramelizada por un afán protagónico ni porque me interese una conversación tan alto calado moral. Muchas veces veo en vuestras caras que me estoy ganando un escupitajo en el plato en sustitución de esa cebolla.
Y lo peor es que lo asumo con la calma que me da saber que lo hago por mi salud. No te pido que te preocupes tú por ella, mi querido camarero, pero no me malinterpretes cuando lo estoy haciendo yo.
Prometo no perder los nervios muchas más veces, pero no me mires raro cuando le haga la prueba del azúcar a mi refresco o cuando saque la báscula para pesar el plato de pasta que he pedido.
Con tu colaboración quizá me ahorre muchas gestiones, si cuando te pregunto cuánto pesa el bollo de pan, me lo dices, no lo pesaré yo delante de todos los comensales. Sé que me miran, normal cuando se tienen ojos funcionales. Igual que es normal saber los hidratos de carbono cuando se tiene un páncreas que no lo es.
El objetivo de tanta preguntita es disipar la incertidumbre. Conozco mi cuerpo, sé lo que tengo que hacer cuando me como 200 gr de pasta y me bebo dos cervezas de medio litro. ¿Y sabéis por qué lo sé? Porque sé los ingredientes, cantidades y sobre todo tengo la experiencia de llevar el páncreas en el bolso desde hace más de 25 años y quieras que no, la experiencia propia en diabetes es un grado.
De un tiempo a esta parte me alegra ver en las cartas de los restaurantes la información sobre alérgenos. Personalmente no me aporta lo que necesito porque para mi fortuna no tengo intolerancias alimenticias, aunque en la mente popular está bastante instaurada la idea de que no puedo tomar azúcar.
Es un gran paso. La invisibilidad de algunas enfermedades poco a poco se va disipando. Pero en verdad creo, mi querido camarero que esto no se hace con la intención altruista de ayudar. Se llama obligación y si no cumples hay consecuencias, las cuales nunca serán peores que las de jugar con la salud de alguien.
¿Por qué sé que no es algo voluntario ni de buena fe? Muy sencillo porque en caso de ser así, junto a esos alérgenos me darías la tabla de raciones que tanto echo de menos cada vez que voy a veros a alguno de vosotros.
No es fácil dar esa información, soy consciente, yo también me vuelvo tarumba con los cálculos. Te compro que no me pongas una tabla de raciones, pero dime al menos los hidratos de carbono. Yo dejo de dar por el culo con mis preguntas y tú vives más tranquilo.
Os propongo un trato. Si vosotros sois capaces de responder a mis preguntas sin poner cara de seta yo os prometo hacer las preguntas sin poner cara de culo.
Todo esto os lo digo desde el más absoluto respeto, me parece una noble profesión y es muy bonito cuando encuentras a alguien que te hace sentir bien porque también he encontrado gente que ha tenido mucha paciencia conmigo y eso siempre es algo de agradecer.
Se despide atentamente una persona que necesita saber para no cagarla, no por vicio.
Como siempre estáis invitados a dejar vuestros comentarios abajo tanto para alabarme el gusto como para ponerme a parir. Todos sois bien recibidos, salvo el spam.
Nos leemos entre pinchazos. Besos dulces.
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