Ya hemos superado el parón navideño y volvemos con energías renovadas para empezar el nuevo año con ganas.
A 8 de enero, solo puedo decir que si algo caracteriza las fiestas navideñas son los excesos (tanto con diabetes como sin ella), no nos vamos a mentir, la báscula ya se ha encargado de devolvernos a la cruda realidad.
Uno de nuestros mayores excesos navideños, es en el comer. Comilonas interminables en las que los hidratos y las grasas montan su propia fiesta a costa de nuestros niveles de azúcar en sangre, que, no es que se vuelvan incontrolables, pero lo parece.
Para la comida, ya hemos visto cómo entender un poco mejor los hidratos de carbono y esa relación de amodio (no está mal escrito, es lo que tiene juntar en el amor y el odio tan de cerca). Por si queréis saber más sobre alimentación y diabetes, pinchad aquí.
Pero en momentos festivos hay otro elemento que entra en juego y que en el caso de la adolescencia, puede suponer un gran dolor de cabeza.
El alcohol.
Esto no va a ser un alegato sobre las consecuencias nefastas de consumir alcohol, esas están explicadas muy claramente por sí solas y no hace falta traducción. Hoy quiero traducir qué le pasa a un cuerpo con diabetes cuando se consume alcohol.
He de decir que tristemente yo lo descubrí bastante tarde, pero no estoy muy preparada para contar esa historia aún, quizá algún día.
Para ponernos en materia lo primero a tener en cuenta con el alcohol es que, aunque no sea un alimento, es algo que ingerimos y que tiene sus hidratos de carbono y su índice glucémico (ambos varían en función de la bebida), por lo que el alcohol va a afectar a nuestros niveles de azúcar.
Esto con el azúcar, pero la gran pregunta es:
¿Qué hace el cuerpo cuando consumimos alcohol?
Ya hemos repetido en varias ocasiones que el cuerpo es muy sabio y sabe perfectamente que el alcohol no le está dando nada bueno, por lo que va a tratar de deshacerse de él como pueda.
El alcohol se absorbe parte en el estómago y parte en el intestino delgado (de la mayor parte se encarga este último). Una vez absorbido, pasa a la sangre y ahí empieza el momento “piripi”
No es algo inmediato, hay variables que afectan a cuán rápido se absorber, como la graduación (cuantos más grados, más rápido empieza) y la alimentación previa (si hay comida de por medio, pues como que le cuesta más lo de absorberse)
Cuando ya ha pasado a la sangre, el cuerpo sabio saca la artillería pesada para tratar de echarlo (no le mola nada ese nuevo compañero). El cuerpo entiende el alcohol como una toxina a eliminar.
¿Cómo lo hará?
Pues de parte se encargarán los riñones (yendo al baño continuamente) y de parte los pulmones (por eso se hace la prueba de alcoholemia soplando) también el sudor está ahí dando el callo (entra en la habitación de alguien que ha dormido después de una noche loca y lo entenderás muy gráficamente)
Como éstos no pueden con todo, el hígado se echa a hombros la tarea y lo irá descomponiendo poco a poco.
Este proceso no es precisamente rápido, requiere su tiempo, por eso cuanto más se bebe, más trabajo que acumulan, más le cuesta y del piripi pasas borracho como un piojo.
A grandes rasgos esto es lo que el cuerpo hace para echar a este enemigo indeseado. No voy a hablar de los efectos sobre cada órgano y mucho menos de los efectos sobre el cerebro, de eso ya se han encargado otros y lo han hecho mucho mejor que yo sin duda.
¿Y la diabetes?
Pues no son buenos amigos la diabetes y el alcohol y ahora os cuento por qué.
Por un lado calcular los hidratos no es precisamente fácil y como mezcles alcohol y bebidas azucaradas, la dificultad aumenta bastante.
Al tener HC, el alcohol en principio sería hiperglucemiante. Pero ¿en verdad lo es?
El alcohol sí, pero es que el alcohol es malvado y afecta a cómo el cuerpo utiliza el azúcar, que es lo que nosotros estamos acostumbrados a manejar a diario con esto de la diabetes.
Y esto pasa porque tenemos muy entretenido al hígado y aunque no nos acordemos de él normalmente, juega un importante papel en el control de los niveles de azúcar.
El hígado es una reserva de glucosa que tiene el cuerpo. Cuando comemos parte de la glucosa que ingerimos se la queda el hígado (para un por si acaso).
*** Si os acordáis al hablar de deporte comentamos que esta glucosa se puede consumir en el ejercicio y al tratar de reponerla podemos entrar en hipoglucemia horas después de finalizar.
Pero no solo la almacena, también la produce y la libera en la sangre en caso necesario.
La verdad es que hace de todo este hígado, es más apañado que un jarrillo de lata.
Claro, tantas cosas hace, que no las puede hacer todas a la vez.
Al beber alcohol, nuestro hígado está ocupado en metabolizarlo y no puede hacerle caso a la glucosa y mucho menos puede generarla, bastante tiene con lo que tiene en ese momento peleando con semejante enemigo.
Así que ya esté el lío montado.
Nuestro hígado deja de lado a la glucosa y para nosotros eso tiene una gran probabilidad de acabar en una cosa que conocemos y tememos, hipoglucemia.
Pero, ¿está por venir o ya está aquí? ¿Os habéis dado cuenta de que los síntomas de las hipoglucemias se parecen bastante a las de una borrachera?
Palidez, confusión, hablar descoordinado, sudores, visión borrosa, irritabilidad, falta de coordinación. ¿Ves alguna diferencia?
Pues sí y si estás tan perjudicado como para no notar la diferencia tú, imagina los demás…
Y ahí se junta un grave peligro, no saber identificar si es borrachera o hipoglucemia puede tener muy graves consecuencias.
Ya hemos dicho que la descomposición del alcohol es un proceso trabajoso y requiere su tiempo, y cuanto más se beba, pues más tiempo se va a necesitar. Todo ese tiempo el hígado está liado por lo que la probabilidad de hipoglucemia se alarga en el tiempo, no pienses que porque te levantes sin resaca ya has librado, lo peor puede estar aún por llegar.
Y ya para rematar, una hipoglucemia provocada por el alcohol no puede ser tratada con glucagón…
Lo sé, mi cerebro también estalló cuando lo leí, pero como siempre, todo cobra sentido cuando entiendes lo que hay de fondo.
El glucagón funciona estimulando al hígado para que descomponga el glucógeno y así generar glucosa, pero ¿Qué está haciendo el hígado en este momento? Efectivamente, descomponiendo alcohol y es un gran trabajador, pero no puede hacer tantas cosas de golpe, normal, es demasiado pedir.
¿Beber o no beber?
La decisión siempre será algo personal, evidentemente.
Cuando me he estado informando para esta entrada he visto las recomendaciones habituales de beber con moderación, hacer frecuentes controles, no tomar combinados con refrescos sin azúcar y comer antes de dormir.
Cuando tienes una edad adulta, esto es fácil de llevar a cabo, pero hay una etapa previa que sabéis que “adoro” que se llama adolescencia y en la que estos consejos no son seguidos. La necesidad de encajar en el entorno muchas veces es más fuerte que la necesidad de cuidar la salud, por eso quiero aportar este pequeño grano de arena informativo.
Espero que a alguien ayude y que al menos algún susto evite. A mí me faltó esta información y en el hospital acabé.
Como siempre estáis invitados a dejar vuestros comentarios abajo tanto para alabarme el gusto como para ponerme a parir. Todos sois bien recibidos, salvo el spam.
También podéis compartir que es gratis y así llevamos la diabetes más lejos (tenéis los botoncitos por aquí para que sea más fácil 😉
Nos leemos entre pinchazos. Besos dulces.
0 comentarios