De esas conversaciones que escuchas sin querer
Lo admito con todas mis fuerzas, me encanta irme de vacaciones.
Viajar, conocer sitios nuevos, gente nueva, costumbres diferentes, relax y sobre todo, la desconexión.
Ya os comenté en una entrada anterior que de vez en cuando necesito desconectar de mi misma y de la diabetes. Soy consciente de que está ahí, de que nunca se va a ir, pero le dejo unos días en que los fallos y los aciertos en su control tienen menos protagonismo porque mi mente así me lo demanda.
Este año ha tocado playa y la verdad es que he vuelto con una sensación de paz absoluta y sobre todo con muchas ganas de hacer un re-start en mi vida e iniciar nuevos proyectos personales.
Por supuesto, la diabetes, aunque con menos protagonismo del habitual, se viene de vacaciones y va conmigo a todos lados y este año se unió de una curiosa manera en la playa.
En modo cotilla.
A pesar de que soy una persona que raramente le gusta escuchar conversaciones ajenas (ya me cuesta mantener la atención en las mías propias), en estas estaba yo cual croqueta vuelta y vuelta en mi toalla, cuando oí dos palabras que despertaron mi radar “tipo 1”
Hasta la cabeza levanté con todo mi descaro, no digo más.
Eran una parejita que hablaban de que a un amigo le habían diagnosticado recientemente diabetes tipo 1.
Ella comentaba que su amigo había ido al médico porque bebía mucho, meaba mucho y aunque comía mucho se había quedado en los huesos. ¿Os suena de algo? Efectivamente, estaba hablando de las polis sobre las que ya tenemos entrada en el blog.
Por la tarde llamaban al amigo, cuyo nombre no recuerdo, y le ingresaban con el diagnóstico que por aquí conocemos bastante.
Me gustó mucho oírles hablar del tratamiento porque se les veía con conocimientos muy acertados y después de lo que me ha tocado escuchar, me dieron una sensación de tranquilidad increíble (supongo que estar tirada en una playa idílica también ayudaba).
Comentaban que el tratamiento era con insulina porque el amigo ya no producía, que el glucagón era en caso de bajada de azúcar (teníais que haber visto mi cara cuando oí la palabra glucagón y correctamente utilizada, se me iluminaron los ojos) también comentaban que tenía que tener cuidado con lo que comía por el tema de los hidratos y que el ejercicio bajaba la glucosa.
Os prometo que me dieron ganas de ir donde estaban y decirles “vuestro amigo tiene suerte de teneros porque habláis de conceptos que para él van a ser su día a día de manera muy acertada”
Evidentemente no lo hice, la vergüenza es algo más fuerte que yo y que la diabetes.
Cuando acabaron su conversación y yo volví a mi conversación mental me di cuenta de que en estos 27 años que han pasado tras mi debut, han cambiado muchas cosas y han evolucionado para bien.
Pasado y presente
Yo pertenezco a ese momento en que existían alimentos prohibidos, la insulina se ponía con jeringuillas y todo el mundo ponía cara de pena cuando se enteraban que tenías diabetes y de forma inmediata te preguntaban si era de la buena o de la mala.
Aunque la enfermedad sigue siendo la misma, en estos 27 años hemos mejorado mucho en varias cosas.
El tratamiento ha evolucionado y en mi opinión, mejorado mucho. He pasado por diferentes sistemas de pinchado y tipos de insulina y a día de hoy puedo decir que desde que me pasaron al tratamiento con insulina lenta y rápida separadas, he ganado en calidad de vida, no sólo a nivel de controles de diabetes, si no de cara a que mi día a día sea más similar a una vida sin diabetes que hasta ese momento.
Puedo adaptar mi diabetes a mi día a día mientras que hace unos años, era al revés y tenía que adaptar mi vida a mi diabetes. ¿Cómo no voy a pensar que ha mejorado mi tratamiento con el tiempo?
Y sobre todo ha evolucionado en el acceso que hay a día de hoy a la información. No todas las fuentes son fiables, ni mucho menos, pero si voy a comer algo, en apenas dos clics puedo hacerme una idea de cuántos HC tiene, su índice glucémico, grasas, proteínas…
¿Es o no es una ventaja todo esto? Yo así lo veo al menos.
Escuchar a esta pareja hablar de diabetes tipo 1 conociendo términos como glucagón me hizo recordar que cuando debuté y venían mis amigas a verme al hospital un día vinieron muy emocionadas porque habían ido a un supermercado y había visto que había alimentos para diabéticos y estaban muy contentas porque iba a poder comer incluso macarrones. Bendita inocencia la nuestra, lo que habían visto eran alimentos dietéticos (algo no tan habitual a principio de los 90). Quién nos iba a decir entonces que años después entenderíamos el error en el que vivíamos entonces y podemos hacer una lista en blanco con los alimentos que no puede comer una persona con diabetes.
Tenemos suerte de que evoluciona hacia adelante nuestro tratamiento, nuestro conocimiento y el conocimiento de los que nos rodea. Es verdad que no tenemos cura, pero al menos tenemos mejoras en nuestra calidad de vida.
Ojalá me encuentre más parejas como esta de la playa y quizá algún día reúna el valor de darles las gracias por entender la diabetes. Porque eso también es calidad de vida.
Como siempre estáis invitados a dejar vuestros comentarios abajo tanto para alabarme el gusto como para ponerme a parir. Todos sois bien recibidos, salvo el spam.
Nos leemos entre pinchazos. Besos dulces
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