Queridos políticos pasados, presentes y futuros:

Me permito el atrevimiento de escribirles esta carta de una manera democrática. Va para todos ustedes, con independencia del color de su partido y de las ideas que abanderan. Aquí hay para todos y por supuesto, para todos por igual. Que esto de la igualdad está muy de moda ahora.

La persona que está detrás de esta carta es una persona que lleva conviviendo más de un cuarto de siglo con una enfermedad crónica que se llama diabetes tipo 1.

Antes de continuar leyendo, les agradecería que limpien su mente de ideas preconcebidas y probablemente anacrónicas sobre lo que es la diabetes y por extensión cualquier enfermedad crónica.

Les hago un resumen de lo que es esto: una putada enorme.

Ahora si quieren más datos el Dr. Google les puede informar. Pero tengan cuidado, hay mucha información en la esto de Internet bastante engañosa. Sin dar muchas vueltas hasta podrán encontrar la cura. (Alerta spoiler: no existe, es una estafa).

Una vez puestos en el contexto de esta misiva, creo que se van haciendo a la idea de que el propósito de la misma es quejarme ya que sus decisiones afectan a mi vida y afectan para mal.

¿Alguna vez se han planteado que mi vida tiene precio? ¿Son conscientes de que tengo que pagar por vivir?

hucha cerdito rota monedas en el suelo

Sólo puedo vivir si me inyecto insulina porque mi cuerpo decidió allá por los 90 que no quería seguir produciendo más y desde entonces mi única esperanza de vida es la insulina y para poder tenerla tengo que pasar por caja sí o sí.

Puede que ahora me pueda permitir el gasto pero si algún día no es así ¿qué pasará conmigo? Creo que la respuesta se escribe por si sola.

El precio que pago por ella en este momento no es completo respecto de lo que cuesta (y menos mal) pero no hace tantos años ese precio era menor pero llegó la consabida crisis y aquí tenemos que pagar todos los errores de unos cuantos y nuestra sanidad se vio afectada gravemente y mi vida pasó a valer menos para ustedes porque tuve que empezar a pagar más por ella.

Sí que estoy de acuerdo en el concepto de sanidad universal del que hablan, pero nunca me podrán decir que es igualitaria porque tenemos 17 modelos diferentes que hacen que el precio de cada vida varíe  considerablemente en función de donde estás empadronado.

Admito que soy una persona que no entiende de muchas cosas, no me voy a poner la medalla de la sabiduría ni nada por el estilo, pero en esta cabecita mía no entra la idea de que unos paguen por algo por lo que otros no porque hay una línea en un mapa que dice que vives en un sitio o en otro.

Ahora me saldrán con el argumento de que dar todo gratis generaría abuso y que lo que se paga es prácticamente simbólico.

Pues te respondo a la riojana: sí, por los cojones.

Yo no conozco a nadie que acumule insulina por vicio o que coleccione agujas y mucho menos veo que haya un mercado negro de tiras reactivas o glucómetros.

Esto se llama necesidad vital.

Igual que es una necesidad vital poder acudir a revisiones con mi endocrino cada 3 meses, pero tiene tal saturación de pacientes que me ve cada 7.

Por cierto, la única información que ve mi endocrino para valorar mi evolución es la Hemoglobina Glicosilada que para su mejor entendimiento, sepan que hace referencia a datos de  los 3 últimos meses.

Si son un poco listos verán que no salen las cuentas,  consultas cada 7meses para ver la evolución de los últimos 3. En mi humilde opinión creo que no son suficientes.

Pero no se preocupen mucho, ya pago medicina privada para poder saber cómo voy.

Mira tú que novedad, más dinero de mi bolsillo (nótese el sarcasmo).

Luego tenemos otra asignatura pendiente que es la Educación. Y no, no me refiero a nuestro sistema educativo (que eso me daría para varias cartas) me refiero a la Educación diabetológica. Ah, que no sabían que existe algo así. Mira que no me sorprende.

Pues sí, la diabetes es una enfermedad que requiere una autogestión continua y unos conocimientos muy amplios para que los días no se vuelvan infiernos. Para esto necesitamos herramientas y ahí entra el papel del educador que nos ayuda a entender el maravilloso mundo de los hidratos (entre otras muchas cosas).

Necesitamos más profesionales y necesitamos poder contactar con ellos con facilidad. No puedo esperar meses para obtener respuestas, de verdad que no puedo. Es mi calidad de vida futura lo que gestiono ahora. No es moco de pavo precisamente, por lo menos para mí.

Por supuesto, mientras puedo pagar un nutricionista. Que por cierto, no es lo mismo.

Pasando nuevamente  por caja, suma y sigue.

Sé que esta carta no va a ser leída por ninguna persona que pueda poner remedio a muchas de las carencias que hay en nuestro sistema sanitario. Que ojo, no digo que sea malo, porque no lo es, lo que les digo es que hay mucho margen de mejora y que por una vez, en lugar de tirarse mierda entre ustedes para llegar a sentarse en su cómodo escaño, se pongan en la piel de una persona que paga para vivir cada día y al final pago mucho.

No pido tener las cosas gratis, como ya he dicho a día de hoy me lo puedo permitir, pero sí que me proporcionen la calidad de vida que me merezco porque a día de hoy me falta por su falta de visión de la realidad.

Les invito a vivir un día conmigo y con mi diabetes. Se lo digo muy en serio. Logroño no está lejos. Quiero invitarles a contar hidratos, a calcular bolos, a que sepan a que huele la insulina, que vean las agujas y sobre todo a que cada vez que yo me pinche para hacerme una glucemia capilar lo hagan conmigo. Y así verán si los sistemas de medición continua o los sistemas flash compensan o no.

Porque no se piensen que me olvido de este caballo de Troya, ni de coña, es que les estoy preparando algo más grande que una carta que espero poder enseñarles en breve.

Mientras ahí tienen mi invitación en forma de carta desde el páncreas.

Si la aceptan no duden en escribirme. Mi email es [email protected]


Como siempre estáis invitados a dejar vuestros comentarios abajo tanto para alabarme el gusto como para ponerme a parir. Todos sois bien recibidos, salvo el spam.

Nos leemos entre pinchazos. Besos dulces


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